El riesgo se define como algo que puede suceder que puede tener influencia en la operación y en proyectos de inversión. Regularmente la palabra riesgo tiene una connotación negativa, de que suceda algo malo, algo que requiera nuestra atención para corregir. Sin embargo, el riesgo es sinónimo de posibilidad, del grado de certeza que tenemos sobre la ocurrencia de algún evento o circunstancia, tanto para mal como para bien, es en ambos sentidos. Algo puede salir mal, pero también algo puede salir mejor de lo esperado. Con esto en mente, el riesgo es la medida de las posibilidades.
El principal factor dominante del riesgo es el tiempo. El horizonte de tiempo transforma el riesgo, depende del corto, mediano o largo plazo. Es más fácil estimar lo que sucederá el próximo mes que dentro de un año. Mientras mayor sea el plazo, las posibilidades son más inciertas.
Adicionalmente, el tiempo es más relevante cuando el riesgo es irreversible. Por ejemplo, cuando compramos acciones de una empresa, en cualquier momento podemos venderla, con buenos o malos resultados, pero tenemos la opción de vender. En cambio cuando ocurre un incendio en la empresa, el resultado no tiene marcha atrás.
Cuando tenemos la cultura de dimensionar y mitigar el riesgo, debemos hacer cambios, no en cuanto a cómo percibimos el riesgo, sino en las actitudes hacia el futuro.